“Nunca tuve muy claro si escribir fue mi forma de huir cómo una cobarde, o de enfrentarme a todos esos muros que fueron apareciendo con el paso de los años. Puede que al principio fuese mi manera de esconderme, tanto tiempo perdida, sin forma de hacer frente a todas esas pesadillas que le atormentaban por las noches, sin otra escapatoria que refugiarme en cada cuaderno… Los folios en blanco me daban el calor que no encontraba (o que no sabía encontrar) fuera. La tinta pintaba las salidas de emergencia de esa puta carretera llena de curvas en la que vivía.
Pero con el paso del tiempo, escribir se fue convirtiendo más en puñal que en salvavidas. Me hacían parecer un tablón a la deriva en medio de un huracán, con la obligación de nadar para tocar tierra firme y poder vacíar los pulmones de agua -y recuerdos-. Obligaba a encarar todas esas olas en las que siempre me había hundido, sin posibilidad de salir a flote, por mucho que pelease contra la marea. Tardé muchos meses en darme cuenta de que siempre me ahogaba en el mismo mar -en calma-, que la tormenta llegaba contigo, formando olas de 15 metros de putos recuerdos, haciéndome creer que tenía vértigo cuando me tiraba de cabeza desde lo más alto de alguna de ellas. Que mis mejores frases cayeron por su boca, y yo solo me dedico a escribirlas sobre mi piel, con la esperanza de que todavía, quieras venir a reclamarla(s).”
Elenita Galindo @elenita_15